
Lianet Cruz Rosales (Periodista)
En la distancia el corazón se achica, el recuerdo me acompaña, los pensamientos te pertenecen, mi cuerpo te añora porque eres lo más auténtico que poseo; estoy lejos, pero sueño con el regreso. Al bajar tu Elevado las mariposas hacen fiesta; el aire huele a montaña y a mambí. Ya estoy en Baire.
He recorrido la Isla y no he visto otro parecido. El territorio crece pero el hechizo sigue oculto en tus calles empolvadas, que defienden secretos, aún no contados.
En ningún otro pueblo he sentido el viento susurrar al mezclarse con las voces cotidianas. Por mis venas corre sangre mambisa.
Siempre me dejas el misterioso deseo de regresar, porque el manantial invita y la pista mojada por el rocío llama a empinar un papalote. Los gallos junto al tren comparten el privilegio de ser los relojes habituales. Las cometas enredadas en los tendidos eléctricos le dan a tu cielo un aspecto poético.
Barrenderos, maniceros, personas aglomeradas en las esquinas y niños, crecen en el 24 de febrero. Leo y Teresa, dos figuras en eterno delirio, tienen su espacio en Baire, como el Caballero de París. Y puede que hasta en los bancos de su Parque te enamores; hasta yo, a pesar de la distancia, tengo alguna historia escondida entre ellos.
En la distancia el corazón se achica, el recuerdo me acompaña, los pensamientos te pertenecen, mi cuerpo te añora porque eres lo más auténtico que poseo; estoy lejos, pero sueño con el regreso. Al bajar tu Elevado las mariposas hacen fiesta; el aire huele a montaña y a mambí. Ya estoy en Baire.
He recorrido la Isla y no he visto otro parecido. El territorio crece pero el hechizo sigue oculto en tus calles empolvadas, que defienden secretos, aún no contados.
En ningún otro pueblo he sentido el viento susurrar al mezclarse con las voces cotidianas. Por mis venas corre sangre mambisa.
Siempre me dejas el misterioso deseo de regresar, porque el manantial invita y la pista mojada por el rocío llama a empinar un papalote. Los gallos junto al tren comparten el privilegio de ser los relojes habituales. Las cometas enredadas en los tendidos eléctricos le dan a tu cielo un aspecto poético.
Barrenderos, maniceros, personas aglomeradas en las esquinas y niños, crecen en el 24 de febrero. Leo y Teresa, dos figuras en eterno delirio, tienen su espacio en Baire, como el Caballero de París. Y puede que hasta en los bancos de su Parque te enamores; hasta yo, a pesar de la distancia, tengo alguna historia escondida entre ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario