25/12/14

Las Golondrinas

Mi océano, más conocido como “Las Golondrinas”, es el recuerdo que dejó una tripulación de golondrinas durante 365 días de estancia en Los Negros.


Adyanis Castillo Licea. (Periodista)
Una mañana rodeada de un azul sereno, tarde calurosa que pide a gritos perturbar el sol, noche romántica con la luna a cuestas, un problema que necesita de la magia del mar para buscar respuesta.

Las aguas y su promiscua devoción a los cuerpos, absorben los sentidos y seducen el alma con una elegancia perspicaz e insegura.

El mar y su inmensidad hechizan, pero yo no tengo un mar, tengo un hilo de agua auténtica nacida de las entrañas de una roca de tres metros de altura que sin pedir permiso salió a buscar fortuna, se alimentó de otros arroyuelos y durmió entre el cedro y la palma hasta ser grande y hermoso como ahora.
Mi océano, más conocido como “Las Golondrinas”, es el recuerdo que dejó una tripulación de golondrinas durante 365 días de estancia en Los Negros.
Todo estaba listo en junio de 1983, la estructura de la instalación, muy natural, difería mucho de lo que es ahora, luego de una reparación total en el 2001.

El lugar y el ambiente perfecto por su belleza sin máscaras, indicado para alejarse del mundo, encontrar lo desconocido, provocar al destino, divertirse con el espectáculo de lo no visto.

Todo el año invita a un viaje para cazar estrellas, una historieta perdida en algún libro, y de plato fuerte el mejor y más refrescante de los chapuzones.

Con la seguridad de que, el parque infantil, la sala de video y de computación, el área deportiva o la pista de baile serán la antesala de la visita a la Cafetería, la Pizzería, el Restauran y sus 49 cabañas responden al silencioso llamado a la diversión.

Este es mi mar, unas veces claro y otras empañado como los ojos y las vidas de quienes lo miran y lo prueban, es lo más mojado que tengo entre montaña y montaña, y donde el nativo o el forastero añoran el embrujo de sus aguas.

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