25/1/16

El Palo de las auras en Contramaestre

En sus fronteras se dan cruce las carreteras que conducen al extremo oriental y  occidental de Cuba,  y las que llevan hasta Ventas de Casanova y Maffo.
Por Arnoldo Fernández Verdecia. 
 
No concibo la ciudad de Contramaestre sin ese lugar emblemático  que nos llena con la brisa que viene de los árboles amontonados a su alrededor. Un sitio encantado que ha inspirado a bardos y turistas. Desde su magia se observa el fluir de la vida: coches, motocicletas, vendedores ambulantes, un mar de personas tiñe los ojos.

En sus fronteras se dan cruce las carreteras que conducen al extremo oriental y  occidental de Cuba,  y las que llevan hasta Ventas de Casanova y Maffo. Una red de tiendas se concentra sobre sus espaldas. Alguien dijo, Contramaestre no puede imaginarse sin tu presencia.

Habitarte implica respirar la brisa que viene del frondoso verdor que gravita por doquier. Eres el pulmón de este barco que navega río arriba hace ya unos 101 años.

Se dice que te vistieron con hermosos  redondeles en la década de 1970. En ellos, personas de muchos lugares del pueblo se sientan a descansar o intercambiar los más variados temas; otros cuentan que en esa misma fecha te convertiste en lugar de partida de  estudiantes y profesores que cursaban el bachillerato en Los Bungos y que algunos malintencionados, usando esa jocosidad criolla que todo lo convierte en chiste,  te usaron despectivamente para referirse a ellos.

Desde esa fecha germinal, cuentan venerables ancianos, surgió el  nombre que hoy te identifica y que anda por el mundo en sitios como  www.fotopaises.com/.../CONTRAMAESTRE/44113.html o http://www.risposteatutto.com/hotels/443063c-13-auras.html

Hasta un pueblo de México, dedicado al turismo ecológico, te cuenta entre sus favoritos, tu nombre aparece en sus enlaces, te imagina lugar donde la brisa juega con el cabello largo y sedoso de una muchacha vestida con zumo de cítrico y guarapo de caña.

Todos los días llego hasta tus sombras y disfruto esa ventana a lo cotidiano, donde el más sencillo de los hombres pregona cucuruchos de maní, o se vende el pan calientito todavía para cenarlo en casa. Si aquel antiguo marinero, que un día te nombrará en mágica travesía, resucitara hoy diría: “es el lugar de Cuba donde sopla la brisa más pura”.

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